domingo, 23 de octubre de 2011

Regálame tus ojos...y tus manos, aunque tengamos que decir adiós.

¿Y cómo es que sigo arreglándome bonita cuando sé que no estarán ahí cruzándose nuestras miradas, sabiendo que no eres tú con quien me dispongo a pasar el tiempo?
Me pongo mi mejor vestido, el que me sienta bien y el que nunca me has visto. Sólo esperando, escondiendo bajo el ligero maquillaje el gran deseo de toparme contigo en la calle.
Recuperar tus ojos y que me sepan sólo a mí.

Un cinto para acentuar la parte que creo más estrecha de mi cuerpo; quiero que tus manos sientan ganas de sujetar esa parte de mí, fuertemente.

Te confieso que aún cuando no eres tú quien me acompañe, al verme al espejo y elegir mis ropas, pienso en ti.


No dudo que me quieras, hasta te creo que me ames. ¿Pero alguna vez has pensado que no eres tú el problema, ni yo? Tampoco creo que seamos nosotros.

Yo no dejaré de amarte, tú puedes hacer lo que te plazca.
Y aunque nos amemos, nuestras formas de amar no pretenden darse la mano para caminar, así como alguna vez lo hicimos nosotros dos.

No busquemos culpables, es sólo que ya no existe otra salida.
Sería eso o el cambio, pero para mí el cambio no es una opción. Y tampoco lo es para ti, si algo me ha quedado claro hasta ahora es eso. Ninguno de los dos cambiará por el otro. No es como si nos tuviésemos tanto amor.

No hay comentarios: