lunes, 8 de febrero de 2010

Pero qué cosas a la hora de cenar...

Siempre es el mismo dilema a la hora de la cena: Soy una adolescente de 16 años que tiene una madre demasiado pendiente de mis necesidades, sobre-protectora, dadivosa e indulgente, además debo decir que es muy terca y posee una enorme imaginación por lo que nunca se queda sin opciones. Cuando se trata de la cena, mi madre llega con la duda de qué es lo que me gustaría cenar. Normalmente contesto con un "no sé" o "lo que sea", pero ella se queda justo en donde está y comienza a lanzar, palabra por palabra, una lista de sugerencias que parece ser infinita. Hoy vino a hacer la misma pregunta de siempre: "¿Qué piensas cenar, Aurora?" Le contesté: "Hm, no sé. Tengo ganas de comer mermelada, algo dulce." Ella me dijo: "Ah, bien. Ahí hay pan tostado. Lo comes con mermelada." A mí me pareció buena la idea y asenté el acuerdo con un: "Sí, ok." Sin embargo, como ella acostumbra hacerlo, comenzó a sugerir más cosas a pesar de que ya habíamos establecido la idea para mi cena. Al menos, yo creí haberlo hecho. Supongo que la idea que le surgió de manera continua a la previa fue porque estábamos hablando del pan tostado: "Ah, compré pan de nata" me dijo. "¿De nata?" pregunté. Ella continuó: "Sí, de nata. Es un panqué normal, como el que horneé, pero de nata." Yo sólo dije: "Aaah, sí." Ella sugirió: "También puedes comer un poco del pan con leche." Yo empezé a pensar en lo que iba a venir en unos cuantos segundos: más sugerencias. "Aah, sí. También, pero no. Tengo ganas de comer mermelada." Como mi madre parece no escuchar lo que uno dice continuó hablando: "También compré queso cottage. También hay panela." Yo me limitaba a decir: "Uh huh..." Y ella decía: "Aaah, o también hay cereal. ¿Te hago un cereal, no?" Yo despegué la vista de la pantalla de la laptop y la miré con un poco de desesperación: "Mamá, en primera el cereal no se hace, se sirve. Y no te preocupes, el cereal se pone en un plato y le pones leche. No necesito que me lo sirvas. Puedo hacer sola, ¿sí?" Ella sólo me miró con una leve sonrisa dibujada en su rostro como con ganas de reír: "Hm, ay Aurora... Ah! Tu papá quiere unos huevos revueltos..." Recuerdo haberle dicho que sí a lo que continuó hablando, pero en realidad no le puse mucha atención y me encerré en mi idea de comer algo dulce. Ella se fue y yo continué haciendo lo que estaba haciendo: 'twittear'.
No sé cuántos minutos pasaron, pero no fueron muchos para cuando escuché a mi padre venir para decirme que mi sandwich ya estaba hecho, servido y en la mesa. Yo me dije a mí misma: "¿Qué?" Miré a mi papá con una cara de desconcierto. Realmente no sé cómo se habrá visto mi cara en el momento, quiero decir, no tenía un espejo en frente como para verla, pero sé que por dentro y en mi mente reinaba una sensación de absurdo. "¿¡Un sandwich?!" exclamé. Mi papá con ésa emoción de niño que guarda en su corazón pero que siempre es capaz de mostrar me dijo: "Sí. Con jamoncito, tomatito, repollo, mayonesita... Hmmm!" Lo habré mirado fíjamente a los ojos como unos siete segundos para después decirle: "Ay, ¡por favor! No, es que, ella... ¡Osh!" En realidad hago eso siempre que me frustra algo, y es que en el momento no encuentro la idea exacta de lo que quiero decir. Como sea, comencé a contarle a mi padre la típica secuencia de comida que mi madre suele sugerir. Mientras yo me exaltaba en ciertas partes de la explicación mi padre reía. Seguramente su mente se estaba llenado de ideas divertidas. Mi padre adora ésa forma única de ser de mi madre. A pesar de ser "predecible" nunca sabes qué esperar de ella, nunca. Así, terminé de contarle lo que ustedes leyeron en éste texto y me fui a la mesa a cenar con él y con mi madre. Ya estando en la mesa debo decir que el sandwich se veía muy apetitoso, fue entonces cuando me empezó a causar gracia el hecho.
En la mesa estaba los tres sandwiches, uno para cada uno de nosotros. Aparte, dos platos: uno, con rebanadas de tomate y repollo; otro, con aguacate. Yo no noté el aguacate hasta que mi padre tomó un poco con el tenedor. Decidí tomar también un poco, pero al hacer la petición a mi padre de que me pasara el plato, mi madre dijo: "Ya tiene tu sandwich." Me molestan mucho esos comentarios que ella hace, más porque los hace de manera impulsiva y sin pensar. Le dije a mi padre que ya no quería y mi madre añadió: "Pero puedes ponerle." Si hubiera sido en otra circunstancia seguramente yo habría empezado a discutir con ella, soy muy explosiva cuando ella hace esas cosas, esos comentarios con los que te hace juegos mentales. No sé si me entiendan... De igual forma, permanecí tranquila porque mi padre intervino e hizo que ella se diera cuenta e hiciera conciencia de lo que había dicho hace unos minutos y lo que acababa de decir. Entonces me dijo: "Sí, ponle. Ponle aguacate." Les digo que tampoco me gusta que me ordenen cosas y éso sonaba a una orden. Aún así permanecí tranquila, tomé el aguacate y lo unté en el sandwich. A pesar de que pasé por estas cosas antes de poder cenar, admito que el sandwich de jamón con mayonesa, aguacate, tomate, queso y repollo sabía muy bien. Es algo por lo que se debe agradecer, ¿verdad?
Y a pesar de que éste final se lee apetitoso y agradable al paladar, termino de escribir estas lineas inconforme, pues ésta noche iré a la cama sin haber probado un poco de mermelada.