lunes, 24 de octubre de 2011

Fueron 7 meses, 2 semanas y 6 días.

Amo sus manos, sentir sus brazos alrededor mío. Aunque no sé bien lo que sentí cuando me abrazó hace unas horas, que me rodeó por el cuello y después por la cintura, porque me quedé inmóvil y llena de frío.

Y odio amarlo hasta cuando duerme, porque me molesta que no esté despierto para estar enteramente conmigo, pero se ve muy lindo dormido.

Amo la sensación de recostarme a su lado, de que me abrace, que encuentre a lo largo de mi espalda y mi cintura dónde colocar su dedo para hacerme sentir una pulsión de cosquillas y escalofríos, porque hace que me contraiga toda y me curve hacia él, para luego apretarme más fuerte contra su pecho.

Me quedo con la nostalgia y las memorias que grabó mi cuerpo, también las que grabó el corazón y la mente.
Y me quedo con todo lo bueno y lo malo que me enseñó y me ayudará a crecer.
Y me quedo con sus tenis, no me duele usarlos.
También me quedo con muchos planes y me quedo con muchas dudas y corazonadas.
Y me quedo con una canción que me regaló. Puede que nunca sepa cómo suena.
Me quedo con todos los besos. Y ese beso que nunca supe sería el último. También con el que aún no sé si de verdad se murió en el intento.


Y si él supiera todos los detalles que guardo de esa última vez, cuántas cosas leí sin repentina conciencia en sus ojos, en esa breve mirada; en esas intenciones frustras, en lo que no se dio; en esas ganas reprimidas, en lo que pareció ser lo mejor.



No han pasado ni cinco horas desde lo que fue la última vez con él y ya lo extraño.

No hay comentarios: