sábado, 23 de febrero de 2013

Sin títulos ni etiquetas.

Me acostumbré a su gentil compañía,
a sus palabras que siempre se sabían acomodar solas entre sus enunciaciones,
su mirada que revoloteaba al hablar.

Su tartamudeo,
lo exquisito de su incesable discurso,
las recomendaciones poco comunes de sus gustos en la música, el cine y las letras.

Su peculiar sentido del humor,
su leve impuntualidad -combinando bien con mi impaciencia amable, permitiéndonos encontrarnos a mitad de camino del lugar sugerido para el encuentro-,
el americano siempre agregado a la cuenta del café
y lo tardío de su despedida -después de tres o cuatro adioses como si jamás quisiera irse-.

Extraño a un buen compañero que palabras me faltan para agradecerle tanto en tan poco tiempo compartido.

21.12.12
Editado por segunda vez 11.01.13
Con corrección de estilo y publicado 23.02.13

miércoles, 20 de febrero de 2013

Dos segundos.

A kilómetros de ti. En un lugar que te sería difícil encontrarme.
Con la cintura cautiva en manos de otro, con los labios mojados.
Indeterminada, a la expectativa de sus intenciones que ya me permitía intuir.
Con tu nombre atorado en la garganta y el suyo desbordándose fuera de mi control.
Dos segundos. Nublé la memoria de tus fotografías por dos segundos. A él le bastaron.
Ya lo deseaba, cariño. En ese instante.
En su beso reconocí mis labios. Por sólo dos segundos.
Intentando hacer espacio entre los rostros, fue mi escudo el peso de ti.
Tú de significar compromiso, un antónimo giraste a ser.
Eras intangible, eras sólo aire. Distancia.
Con su ruego me vi tentada a romperme. Peligro.
Mi nombre en voz de otro hombre. Me quebró la voluntad.
Yo con él. Decadencia.
Dos segundos.

Me soñé despierta.