sábado, 5 de noviembre de 2011

Existe esperanza en los corazones que aman.

Ver a mi padre el día de hoy me dio mucha fuerza.
No había notado que extrañaba lo cálido que es su pecho, lo segura que me puedo sentir entre sus brazos, lo alto que es cuando se pone sus botas y se pone de pie a mi lado.
Me hacían falta palabras de aliento, esas que no vienen de un amigo, pero sí de un padre que sabe regalar su amistad a una hija. Palabras que me hicieron derramar algunas lágrimas y mojar su hombro. Me habló de la vida, me habló del amor, me hizo entender que me entiende y que entre nosotros no existe la distancia ni la ausencia. También me dijo que sabe que no es fácil salir de una depresión, pero que sabe que soy fuerte y que estoy comenzando a vivir, que aprenderé de todo esto.
Un abrazo reconfortante, unos minutos que se han vuelto eternos en mí.
Un padre que sabe leer a su hija, no todo el tiempo, pero cuando lo hace, lo hace con el corazón.
Me asustó un poco saber que notó el vacío en mí, me miró transparente, tomó mi decadencia y mi falta de motivación y la jaló desde el fondo hasta colocarla frente mío para hacerme abrir los ojos. También me hizo abrir las manos para conseguir fuerzas y tomar con ellas cosas mejores. Supo que me sentía deambular sin sentido y me prestó a su persona como motivo de continuar con intención y guía.
No es como si pudiera volver poesía lo que sucedió hoy al estar con él, simplemente lo fue por sí solo. Simplemente no puedo escribirlo como tal.
Dar gracias porque sucedió de esa manera, en ese momento, es lo que puedo hacer. Eso y seguir ocupando mis días, apartar lo que es capaz de ser herido en el corazón y usar más la cabeza, plantar más firmes los pies y comenzar a andar nuevos caminos.
Ahora sé que alguien camina a mi lado, no estoy sola, lo tengo a él.



No hay comentarios: