sábado, 5 de noviembre de 2011

Estoy poniendo un pie dentro de un nuevo camino mío, el otro aún no lo he movido del sendero que fue nuestro.

Hoy desperté de un sueño que olvidé al instante de abrir mis ojos. Inminentemente sobrevino tu recuerdo, quizás fuiste lo segundo que pensé por la mañana y lo primero que se fijó a mi mente en el día.

Ya no dueles como lo hacías hace un par de días, ya no estás todo el tiempo.

Recordé esa última mirada, esa última aún me pertenecía. Tan diferente, tus ojos no tenían mucho brillo, estaban llenos de sombra.
Un semblante tuyo que nunca antes había visto; creo que estaban tus ojos inundados de miedo.
Creo que los dedos de tu mano jugando con el cabello de mi nuca me susurraban el deseo de tus labios.

Nada pasó, sólo un adiós.

Estos días he pasado por muchos intentos de estornudo y otros más que sí lo han sido; tengo la loca idea de que alguien (tú) está pensándome muy fuerte. Pero sé que no es así (sé que si eso es probable, que seas tú no es tan posible).

Esa noche me tuviste contra la pared, en todos los sentidos. Aún me regalaste un último abrazo para cubrirme del frío y me tomaste por la cintura; fueron muchos los suspiros tuyos que decidí no llevar la cuenta.

Sólo no puedo dejar de preguntarme algo que en mí no podrá ser respondido y que probablemente nunca te preguntaré, porque ahora estamos bien y si no, lo estaremos.

Pudiste besarme esa noche, tuviste la oportunidad de hacerlo, lo sabes. ¿No lo hiciste, por qué? Qué pena si la respuesta es miedo. Qué triste si no lo hiciste por mí, por cuidar de mí.
Y si te dijera que si hubieses podido hacerlo sin repercusión alguna, ¿lo habrías hecho?
Y si te digo que puedes venir y besar mis labios una vez más sin forzar nada, sin quebrar nada, sin causar daño...¿me besarías?

Uno de mis pies dice te extraño y no es un secreto, el otro dice extraño mucho de mí misma.

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