sábado, 17 de octubre de 2015

No se lea con la ilusión de encontrar un texto maduro o comprometido

Pasa que me he perdido el teléfono móvil y al llamar me envía al buzón de voz. Permanezco así, irritada y furiosa, sin saber si alguien lo ha tomado del baño de la plaza que frecuenté, luego de salir del salón de belleza donde recibí un muy mal servicio, por cierto. Con toda la mala fortuna del evento, llego a casa y soy bien recibida por los tres perros. Sin embargo, al alimentarlos, choco el platón contra la mesita de la sala y todas las croquetas salen disparadas hacia el suelo, esparciéndose como estrellas en el firmamento.
Y fue el colmo, absurdo y ridículo.

Y después, me pregunto... ¿qué tanto dejo de mí en abandono? Mis frustraciones, mi coraje del momento, por aquella pérdida material, pero que me duele; por aquellas memorias gráficas que guardaba en ese pedazo de metal y plástico, por las notas de todos los libros o películas o canciones o autores que deseaba buscar posteriormente, por los números teléfonicos de otros quienes me significaban algún nexo importante. 

¿Qué tanto comienzo a ignorar de esto? 
Si lo único que deseo por ahora
es que él llegue pronto a casa
para llevarlo a la alcoba
y cojer como animales.
 
 

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