viernes, 13 de mayo de 2011

Improvisaciones frustradas, rayitos de luz y otras irrealidades verídicas.

Y te marqué muchas veces al celular aún cuando irremediablemente la llamada se seguiría desviando y enviándome a tu buzón. No quiero ni suspirar.

Y sólo quería decirte que te extraño, aún cuando no ha pasado más de una hora desde que nos despedimos, y que me arrepiento del momento en que me dijiste adiós a la hora de la salida; debí detenerte, abrazarte muy fuerte y ya, sólo eso. Ese beso apresurado que me diste sólo alimentó mis ganas de estar contigo; no debiste hacerlo si no pensabas besarme bien, de nuevo. Y sí, me estoy quejando, culpándote de lo que siento, culpándote infantil e injustamente porque obviamente nada de esto es tu culpa o tu intención -es más, jamás te cruzaría por la mente la posibilidad de lo que me sucede-.

A veces me siento inestable, dispersa, desconocida.

Este día no ha sido muy bueno, ya van varias veces que emito quejidos.

Al llegar a casa me preguntó mi hermana que si cómo me había ido, en el día o en el examen que presenté hoy, supongo. “Me fue bien”, le dije. “¿Y cuáles son tus planes para hoy?”, continuó preguntando. “Nada”, le respondí. “Nada como hice el fin de semana pasado, y el antepasado, y el anterior al antepasado, y como haré el próximo, y el que le sigue al próximo”. Creo que no me escuché tan optimista. “¿Por qué?” No hay una razón especial, pude haber mencionado ante su pregunta, mas habría sido mentira. Aunque la razón no tiene razón de ser en sí y eso porque es esencialmente absurda -o al menos así me parece ahora-, por lo que no la pienso ni comentar. Quizás mis “nada” no deban tomarse tan literales, pero en sí se sienten literales.

La verdad es que ya estoy harta. Me siento cansada de no hacer nada, quiero hacer algo con mi tiempo: salir, divertirme sin ti, con mis amigos o sola; ¿será muy contradictorio o confuso si digo ahora que también es verdad que no me siento con ánimos de salir y hacer algo divertido con mis amigos, que quiero estar contigo y sólo eso? Quizás sería confuso hasta para mí.

Quizás quiero hacerlo todo y la intención ambiciosa me nubla el ánimo.

Quiero escuchar música en español -raro en mí-, pero no quiero decirle adiós al silencio del cual pocas veces puedo disfrutar en esta casa y que justo ahora lo siento embriagarme los sentidos; la ausencia de ruido me acaricia, la respiro, casi puedo saborear al silencio, lo contemplo a mi alrededor, mis oídos atentos descansan en él.

Cierro los ojos por un momento, necesito descansar. Siento latir mi estómago; estoy consciente de que sólo es la prolongación del palpitar de mi corazón a través de la porción de la aorta abdominal en mi cuerpo. Después comienzo a sentir una presión no tan agradable en la boca del estómago y el esófago; recuerdo haber comido un emparedado de jamón de camino a casa -luego de haber salido de la escuela, decidir ir al cine que estaba cerrado, y retornarme en el camino a casa-. Mi nariz se hunde en la almohada; el respirar se vuelve extenuante, incluso agobiante. Ya no quiero.

“¡Estoy deprimida!”, le grité a mi hermana desde la habitación en el momento en que la escuché despedirse de mí justo antes de irse a su cita con el odontólogo.

Hasta parece gracioso, posiblemente lo sea. En mi intento por salir de la monotonía contemplé por unos minutos la idea de hacer algo, lo que fuese. Yendo a casa, después de pensarlo un buen lapso, me animé a mitad de camino a desviar de su ruta a Sammy: “¿Qué tan lejos queda el cine?” No sé qué clase de pregunta fue esa que le hice, pero sabía que la secuencia consecuente de preguntas me llevaría a decirle que me llevase al cine. Ver una película, sin compañía, ¿por qué no? Pues no porque cuando llegué a la plaza no pensé en la hora, era bastante temprano y la mayoría de establecimientos, incluido el cine, se mantenían cerrados. “Genial”, pensé con sarcasmo. “Murphy, mi estimado amigo, te deseo que te pudras tú junto con todas tus leyes”; mi estado de ánimo se pudo haber resumido en algo como eso, hipotéticamente y de manera figurada. Era de esperarse que justo cuando actúo impulsiva y sin control me resulten mal las intenciones primerizas.

Por supuesto que llamé a Sammy para que fuese a buscarme; la pena en su más alto nivel se autoproclamó como mi nombre e identidad en ese instante. La vergüenza que me da con él haciéndolo ir y venir es innegable, y es que el que sea chauffeur y le paguen por eso no me alivia de lo que le hago pasar. Puede que no sea tan grave mi actuar, pero nunca me ha gustado “hacer uso” de una persona; me gustaría verlo más como un amigo haciéndome favores a menudo -quizás ayudaría decirle que, en secreto, mi hermana y yo con cariño le nombramos “Sammy”-. Samuel es una buena persona.

Mi hermana me escuchó decir “deprimida”. La escuché decirme algo en respuesta a lo que exclamé en su partida, no recuerdo qué. Me puse de pie y salí de mi habitación con la actitud de una niña pequeña que se siente mal -la misma se tornó en mi tono de voz-, caminé hacia ella con los brazos extendidos y la mirada vidriosa, borrosa por las nacientes lágrimas que de poquito a poquito se acumulaban sobre el borde de mis ojos. Me abrazó, “no estés triste”. El taxi esperando fuera de la casa y ella diciéndome cosas bonitas como: “¿No quieres venir conmigo?” Sí, eso es bonito. No, no la acompañé. Creo que muchas cosas en este mundo están sobrevaloradas; el amor de una hermana nunca entrará en esa clasificación. No puedo describir realmente todo lo que me hace pensar y sentir; confieso que si a alguien he llegado a considerar como un modelo a seguir es a mi hermana mayor, la admiro pues actúa bien su papel en la obra. No es perfecta, pero le funciona el ser ella.

Ser uno mismo es lo mejor que uno puede hacer, es lo único que indiscutiblemente hacemos mejor que cualquier otro. ¿No?

¿Estoy deprimida? Estoy triste. Talentos tan bellos como la voz le ha dado Dios a personas tantas en el mundo; ella tiene una voz hermosa y una habilidad musical admirable, es bonita. Ella, la chica linda del colegio que hoy cantó y tocó con su guitarra en el festival. No dudo, es más, es un hecho que por momentos -quizás mi parecer no ha cambiado- deseé ser ella, toda ella. ¿No es eso mezquino? Desear ser alguien más, tomar la vida de alguien más por el puro deseo egoísta, con el celoso pensamiento ácido incesante. No sólo es tristeza lo que soy capaz de sentir ahora.

La inmutabilidad de la esencia. ¿Se nace con ella acaso?

Quiero tomarme un tiempo para mí en ti; despertar del aparente azoramiento que me envuelve insistente.

¿Por qué cambiaré de parecer tan súbitamente? ¿Herencia, puede ser? Me pregunto si algún día tomaré decisiones de manera acertada, ¿serán buenas decisiones sólo por no titubear?

Hay tanto por hacer; para hablar de los días últimos, estos han sido y los que vienen serán también llenos de pena. Pero al mal tiempo, buena cara...eso dicen.

<<No tes triste. Pon musika a todo volumeny kanta y baila y grita. Encierrate bien nomas...besitos.>> A mi hermana se le perdona toda su flojera de escribir bien en los mensajes de texto, cierto es que tiene una ortografía maravillosa y ni hablar de su caligrafía. A mi hermana se le agradece todo, incluidas sus intenciones y ese mensaje que no tardó en llegar a mi celular una vez que ella se ausentó. Y leído el mensaje comencé a escribir lo que ahora está por concluir.

<<Ok te quiero. Mucho mucho muchoa.>> Las letras que están por demás escritas en un mensaje de texto también se le perdonan a un padre, más si el mensaje llega inesperado, tiempo después de haber estado ocupado en junta de trabajo y de haberse enterado de que su hija menor iba a casa, que después iba al cine, que después ya no. Se traduce de padres a hijos como un alivio, sabiendo que la hija iba sin compañía.

"Este día no ha sido muy bueno, ya van varias veces que emito quejidos."

¿Tengo oportunidad de retractarme? Detalles como esos cambian el día, mientras uno escribe.

3 comentarios:

Alin dijo...

Supongo que de vez en cuando me siento algo como una "empty box" por no hacer muchas cosas ... pero le pondre la culpa en los hombros al capitalismo por enseñarme a consumir hasta la mas mísera miga de mi existencia. Usualmente me siento encerrada en la ciudad pensandome victima del sistema... Pero bueno lo mejor de salir es regresar.

Alin dijo...

Salir de nosotros mismos por un momento es sano, pero regresar y establecerse de nuevo en la sala es mas reconfortante:) En casa siempre hay jarines y callejones nuevos por recorrer. Si ? jajaja bueno soy algo ambigua but es lo que suelo ser de lunes a domingo y awwww me gusta leerte :3

El caballero de la triste figura dijo...

bastante interesante lo que dices y como lo has escrito, tienes talento para escribir las cosas y desahogarte en este medio que es la escritura en medios digitales.